¡Nunca imaginé haber vivido como espectador momentos tan maravillosos! La Olimpiada de Múnich de 1972, asistir a las ceremonias de apertura y clausura, con el recuerdo doloroso e imborrable del asesinato de los deportistas en la ciudad donde convivían los atletas. Unos Juegos que marcaron un devenir en el deporte y en las exigencias de seguridad. El Mundial de fútbol de Argentina (1978), también marcado por la dictadura de Videla. El deporte fue utilizado como propaganda por el gobierno militar. Asistir a finales de Champions League con equipos españoles de fútbol, a Final Four con nuestros conjuntos de baloncesto, a competiciones de atletismo y béisbol del más alto nivel, a la Vuelta Ciclista a España… Y como directivo y organizador, vivir en primera persona trofeos (Ciudad de Alicante, Ciudad de la Línea, el primer “rompepiernas” de la Comunidad de Madrid, la San Silvestre vallecana), ser comisario internacional de partidos de Copa de Europa de Baloncesto, ser responsable de los Juegos Paralímpicos de Barcelona 92 en baloncesto y del Mundial de Basket 1986 (organización de los entrenadores) y con la selección española de fútbol desde el Europeo de Alemania de 1988. Desde entonces, dos Mundiales (uno ganado por La Roja en Sudáfrica), dos Copas Confederaciones (en Sudáfrica y Brasil) y tres europeos (dos ganados por España, en Austria-Suiza y Ucrania-Polonia) como máximo responsable de comunicación.
Por ello, el éxito del deporte me resulta muy cercano y con toda humildad, creo que puedo opinar desde esa perspectiva sobre cuáles han sido las razones de su éxito.
La clave es, indiscutiblemente, una suma de factores. La Constitución española contempla el derecho de todos los ciudadanos a la práctica del deporte, así como que los organismos públicos proveerán de las instalaciones necesarias para ellos. Hubo un antes y un después de Barcelona 92 en relación a las inversiones en polideportivos y otras instalaciones. El impulso definitivo lo da el INEF (Instituto Nacional de Educación Física y Deporte), con el reconocimiento de su titulación y profesionalidad. Los profesionales se incorporaron a las instalaciones y a los medios de educación, como los colegios.
El deporte comenzó a practicarse de una manera más profesional, más colegiada. La práctica se personalizó en la capacidad de cada individuo, en su talento, con los métodos adecuados para alcanzar los objetivos.
Con ello, el deporte acaparó más presencia no solo en la propia sociedad española sino a nivel internacional. El éxito llama al éxito. Mentalmente, hemos pasado de ser una sociedad un poco cohibida a una sociedad “triunfante”. Hemos pasado de ser un país de segunda o tercera fila a competir con los mejores y sentirnos muy orgullosos por ello.
Los medios de comunicación se han mostrado indispensables para poner en valor nuestras gestas, como las de Javier Fernández en el patinaje o Carolina Marín en bádminton frente a potencias como los países nórdicos o la República Popular China, respectivamente. Son los Manolo Santana o Manuel Orantes de nuestros días y demuestran que nuestro país es una cuna de campeones.
Y en este país de maravillosos Quijotes, estamos practicando mental y físicamente el deporte como una actividad saludable para nuestro cuerpo y nuestra mentalidad ganadora. Una gran noticia que perdura en el tiempo.
Cuando practicaba el atletismo y lo hacía por las calles, algunos me llamaban la atención por ir de “esa guisa”, como si estuviera prohibido. La transformación ha sido más que notable. En el deporte, España es una gratísima noticia. Nos corresponde “contagiar” de este éxito al resto de nuestros quehaceres.
El deporte es un magnífico ejemplo de atracción, fidelizacion y desarrollo del talento. Elegimos la actividad deportiva con la que mas sentimos que podemos disfrutar; la practicamos a lo largo del tiempo, pudiendo competir, en el mejor de los casos, defendiendo los colores de un equipo o incluso de nuestro país, con un orgullo muy especial; y si tenemos la fortuna de contar con los entrenadores adecuados, vamos perfeccionándonos a lo largo del tiempo, tanto en la aptitud (nuestras habilidades, nuestros conocimientos), como en nuestra actitud (nuestras conductas habituales), algo que va con nosotras y nosotros en el deporte y en cualquier aspecto profesional y de la vida.”