Los líderes son los que hacen que las cosas sucedan. En un mundo VUCA tan marcado por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad, el líder, la líder comparten con su equipo una visión llena de propósito y sentido. Es así como se rompen moldes y se crean mundos de posibilidad.
El debate acerca de si el líder, la líder nace o se hace, ha de dejar paso a un concepto radicalmente diferente: el líder, la líder se entrenan. Este entrenamiento implica una voluntad firme de enfocarse no solo en el performance, sino también en el potencial. No se entiende el liderazgo sin un interés auténtico por las personas y una voluntad clara de contribución. Nuestro debate va a hacer que aunando experiencias y reflexiones, descubramos la manera en la que podemos aumentar la influencia positiva que ejercemos a nuestro alrededor.
Un auténtico líder, una auténtica líder siempre ven personas con sus ilusiones, sus preocupaciones y sus luchas internas. Tal vez vean al otro distinto, pero no lo ven distante. La clave está en no bajar una persona al nivel de los objetos. Se baja alguien al nivel de los objetos cuando vemos a la persona como una baza, un recurso para conseguir algo o la vemos como un obstáculo que nos impide alcanzar lo que buscamos. Es algo muy sutil y sin embargo, es captado perfectamente por la otra persona. Cuando esto sucede, lo que trasmitimos es: “Tú no me importas realmente como persona, sino que lo que de verdad me importa es lo que puedo lograr a través tuyo”. Por eso es tan importante en el liderazgo auténtico ver a la persona en su dignidad como ser humano, como fin en sí mismo y no como objeto, como medio para mis propios fines.
Nuestra mente puede llegar a complicar enormemente todo y sin embargo, es ella la que nos lleva astutamente a creer que lo verdaderamente complicado es la realidad. La persona que no valora a los demás ni tiene ningún interés en añadir valor a sus vidas, puede tener una posición de liderazgo, pero no es capaz de liderar. Para liderar de verdad, es preciso generar un ambiente de cooperación y este, no suele existir si las personas no se ven tratadas con el respeto y la dignidad que merecen por su condición de personas. Por eso en una cultura de liderazgo, importa y mucho lo que las personas sienten y necesitan.
Recordemos una vez más, que el verbo liderar tiene mucho más que ver con el servir que con el mandar. Recordemos también, que cuando alguien ocupa una posición de liderazgo, no tiene simplemente un trabajo, sino una extraordinaria oportunidad para marcar una diferencia en la vida de otros seres humanos. Si no se valora a las personas, no se las puede liderar, porque se las intentará manipular. El primer desafío de alguien que quiere liderar, esto es influir en otras personas para que desplieguen todo su potencial, es aprender a valorarse así mismo. Nosotros no vemos a las personas como son, sino como somos nosotros. Si no te valoras a ti, tampoco valorarás a los demás.
Ocupemos la posición que ocupemos en una empresa o en la sociedad, todos podemos hacer algo para que otras personas se sientan escuchadas, comprendidas y valoradas. Si además, se sienten apoyadas por nosotros a la hora de hacer frente a sus desafíos, entonces también se van a crear los vínculos emocionales que dan fuerza a un equipo. La cooperación en un mundo VUCA es una de las claves del éxito y nadie va a querer cooperar con otra persona si no contesta SÍ a tres preguntas que se hace: ¿Puede ayudarme? ¿Yo le importo? ¿Puedo fiarme de él? ¿Puedo fiarme de ella?
Si como líderes nos importa de verdad añadir valor a las personas, ese SÍ surgirá de forma fluida y natural.