Sé, porque habito el mundo que me rodea, que muchos se sienten casi agredidos cuando escuchan hablar de la elevada escasez de Talento que asola el mundo del empleo. Según los últimos datos recogidos por ManpowerGroup, el 64% de los empresarios españoles asegura hoy no encontrar en el mercado candidatos con las habilidades y competencias requeridas. Y no somos los que peor estamos. A nivel global la cifra crece en 5 puntos porcentuales (69%) y algunos de nuestros vecinos europeos como Francia con un 88%, Rumanía con un 86% o Italia con 85%, deben haber incluido este asunto en su lista de qué hacer es urgentes.
Digo que para muchos es una agresión porque claro, con una tasa de paro del 15,98% y con los peores datos de desempleo juvenil de la Unión Europea y la zona euro (38% de paro entre los menores de 25 años en abril de 2021), cuesta aceptar que España tenga un problema para cubrir algunas de las posiciones creadas por las empresas. Pero es una realidad, una carencia que genera en compañías de todos los sectores un profundo conflicto y que requiere de una puesta en acción rápida, ágil, inteligente y coordinada entre Gobierno, agentes sociales, instituciones educativas y compañías; una colaboración, por supuesto, público-privada.
La crisis sanitaria, económica y social provocada por el Covid-19 supuso también una enorme transformación para el mundo laboral. De la noche a la mañana, el 93% de la población mundial debía adaptarse a una nueva forma de vivir, trabajar y hasta de hacer compras. Empresas de todos los rincones tuvieron que adaptar sus procedimientos y acelerar sus planes de digitalización, quizás hasta ahora impulsados con menos pasión de la necesaria.
La transformación digital ha alcanzado una velocidad vertiginosa y los primeros síntomas de recuperación comienzan a vislumbrarse a medida que avanzan las campañas de vacunación en el mundo entero. Sin embargo, observamos que esta recuperación tiene forma de K y avanza a dos velocidades. Por un lado existen sectores económicos y personas que han podido adaptarse a la nueva realidad, mientras otros sectores y personas corren el riesgo de quedar excluidos en esta recuperación.
Las competencias profesionales requeridas han evolucionado en paralelo a los procesos de digitalización de las compañías. Para 2025, humanos y máquinas resolverán tareas rutinarias en un 50-50% y habrá 97 millones de empleos nuevos relacionados con la Inteligencia Artificial, la economía verde y la atención sanitaria. Por eso, el mayor reto que hoy tenemos es asegurarnos de que todas las personas (sin importar su procedencia, su edad, su especialidad o sus capacidades) puedan participar de esa transformación. Crear empleo sostenible y de calidad y ofrecer a los profesionales las herramientas para poder abordarlo con la seguridad suficiente como para alcanzar la excelencia. Apostar por los planes formativos de todos pero, sobre todo, de los colectivos más desfavorecidos hoy (jóvenes, mayores, mujeres…). Impulsar el upskilling y reskilling del Talento interno. Conectar con todos los medios posibles organizaciones e instituciones educativas para así impulsar una formación menos encorsetada y más adaptable, más ágil, más modular. Impulsar la formación profesional dual. Y formar, desde la escuela, en aquellas competencias soft antes quizás minusvaloradas pero ahora críticas en la falsa lucha entre la máquina y el hombre. Aprendamos a comunicar, a trabajar en equipo, a adaptarnos a las circunstancias por cambiantes y abrumadoras que puedan resultar, aprendamos a aprender, con creatividad, con humildad…Y lideremos también desde la humildad, reconociendo que el cargo no hace al monje y que el monje debe seguir aprendiendo también.
Pongámonos manos a la obra. De nada sirve llevarse las manos a la cabeza cuando escuchamos hablar de desajuste de Talento. De nada si no supone un revulsivo para la puesta en acción.