Si realmente hemos sido capaces de detectar el talento que tiene cada uno de nuestros colaboradores, el líder ha de conseguir que lo quieran compartir con nosotros, es decir que se pueda aplicar en una dinámica de trabajo en equipo, ya que sin el compromiso de todos ellos, es imposible que dicho equipo funcione.
El líder por tanto, debe ser capaz de generar espacios de confianza para que cada persona sienta que se le da la autonomía necesaria, y que se le considera parte importante del éxito final, y eso implica el desarrollo de determinadas competencias en cualquier persona que aspire a coordinar un equipo de trabajo.
Una vez conseguido, el rol de un líder debe ser proactivo y al servicio del equipo en cuestión, facilitando las herramientas necesarias, apostando claramente por su desarrollo, y siendo capaz de tomar las decisiones adecuadas en los momentos más críticos.
Cuando esa es la percepción que tienen los equipos con respecto a su entorno, y al papel que juega su líder, es más fácil que su compromiso aflore con mayor facilidad.
No es fácil, pero ciertamente es un reto más que atractivo y una apuesta claramente rentable, ya que si con el talento se puede llegar lejos, con el compromiso podremos alcanzar el infinito.