Creatividad, emoción y aprendizaje. Tres palabras que resumen a la perfección El Argumento, el último libro del experto en management, Juan Mateo, que, a través de siete relatos, invita a la reflexión a los directivos. Ejecutivos que “creen saberlo todo” cuando acuden a los cursos de formación que imparte el autor, hasta que este logra impactarles a través de cuentos emocionalmente fuertes. A petición de sus propios alumnos, Mateo ha reunido estos valiosos consejos para que estén al alcance del público en un momento en el que, por desgracia, prima el cortoplacismo. Y no sólo en los negocios.
“Vivimos en un mundo donde o eres rico en siete días o eres tonto. Hay que adelgazar en 48 horas, aprender inglés en dos semanas, y esto es mentira”, afirma Mateo. El problema de vivir romiscuamente con lo súbito es que “nadie es capaz de hacer nada en 48 horas y lo que se consigue es frustrar a la gente”. Al menos, esta crisis va a hacer reflexionar sobre eso. “Hay que intentar regresar a unos valores diferentes”.
Al menos ¿aprenderemos de los errores? “O no”, responde. “Las crisis son cíclicas y las burbujas, el resultado de la ambición desmesurada de los seres humanos”. Lo que hemos construido en los 10 años anteriores a la crisis no era un proyecto sino un mundo ridículo que “tenía que reventar por algún sitio”, apostilla. Pero Mateo, que se define como un “optimista histórico”, confirma que todo conflicto es una oportunidad”. El mundo necesita líderes, pero al preguntarle por las claves del perfecto líder, responde sin dudar: “Yo creo que no existen. Es una falacia. Coge al famoso Steve Jobs. Era un bicho de cuidado. Humillaba al que trabajaba con él, ególatra, egocéntrico. Sólo tenía una cosa que le diferenciaba del resto: era un transgresor brutal. Murió por el ego que tenía, porque se empeñó en curarse con medicina alternativa cuando su cáncer podría haberse curado con medicina tradicional. Porque él sabía más que nadie”.
“Los líderes no existen y sí los gestores que son hormigas y buenas personas”
Lo que se requieren hoy son gestores. “En España hay gente brillantísima y la prueba es que las empresas de este país han aguantado en los cinco últimos años gracias a tipos brillantes que siguen ahí”, apunta. ¿Y buenas personas? “Sin duda. La bondad es siempre un signo de inteligencia. Las coces las meten las bestias”.
“Necesitamos un Jobs para que nos dé una idea genial, pero el que hace que el iPhone tenga éxito es el gestor, el que sabe de seres humanos, el que es una hormiga, el que está todos los días, el que trabaja”. “En los MBA –Mateo es máster en gestión financiera– nunca me han nombrado a un ser humano. ¿Cómo puedes gestionar así las finanzas de una empresa?”, reflexiona. “El gran empresario no piensa en ganar dinero sino en construir algo que le apasione. Vivir una aventura que no cambiaría por nada”.
Esta es la clave, “lo que tiene que mover a la gente es la pasión, porque cuando haces algo bien, inmediatamente te apasiona y lo haces mucho mejor. Entras en un círculo que tiene como resultado crear una empresa, ser feliz haciendo lo que te gusta y, además, ganar dinero”. Hay que buscar el argumento que da sentido a tu vida y el día que se encuentra “no te para nadie”.
Por eso, “el gran drama de las crisis es que la gente pierde la pasión”. Para recuperarla hay que apoyarse en dos pilares, a juicio de Mateo, la justicia y la educación. “Tanto el que reparte justicia como el maestro deberían ser considerados la élite de un país. Deberían estar maravillosamente pagados y mejor seleccionados”. Contrariamente a lo que se oye a diario, Mateo cree que los jóvenes de ahora son extraordinarios. “Son gente buena y están preparados como nunca. Con una capacidad de aceptar culturas diferentes inmensa, idiomas… Creo en ellos profundamente. Van a ser los que cambien esto”.
“La bondad es siempre un signo de inteligencia. Las coces las dan las bestias”
Mientras tanto, el consejo de Mateo es buscar los motivos que justifiquen el esfuerzo para lograr nuestros sueños: aprender a valorar lo bueno que nos rodea en lugar de envidiar aquello que no tenemos, creer en nuestras posibilidades y las de nuestro equipo, asumir responsabilidades, respetar a los demás y distinguir qué tipo de personas nos rodean cuando alcanzamos puestos destacados. “Aunque todo ser humano es imbécil, al menos, 10 minutos al día”, como dijo Winston Churchill, “el truco está en no sobrepasar ese límite”.