¿Cómo tener buenas ideas?

Nuestro objetivo es exponer lo que sabemos acerca de la educación del talento. Recuerden las dos ideas centrales de este Handbook: (1) el talento es la inteligencia en acción, y (2) el talento no está antes, sino después de la educación, no es causa sino producto.

La acción es un fenómeno complejo, en el que intervienen el pensamiento, las motivaciones, la toma de decisiones, las virtudes de la realización. Hay que hablar de todas esas competencias, pero en este capítulo, me detendré en las funciones más cognitivas: captar la información relevante, descubrir patrones donde otros no ven mas que caos, encontrar relaciones novedosas, anticipar consecuencias, razonar, evaluar adecuadamente. Robert Sternberg, uno de los grandes especialistas en psicología de la inteligencia, de quien ya les he hablado, identifica tres funciones generales: analítica, creativa y crítica. Nosotros vamos a incluirlas a todas bajo la rúbrica general: “pensar para tener buenas ideas”.

En efecto, se trata de tener ideas acertadas, lógicas o innovadoras, según los casos, en el momento oportuno. Hay, sin duda, personas que nos parecen más inventivas, más capaces, más agudas. Decimos que son muy inteligentes, muy competentes, muy creativas, pero ¿de dónde viene su brillantez, de dónde proceden esas ideas? En resumen, ¿cual es la fuente de nuestras ocurrencias?

La fuente de nuestras ideas es la memoria. Y la gestión de la memoria es la principal tarea de la educación, incluida la educación del talento. Esta es una buena noticia, porque ahora sabemos que podemos aprender a gestionarla. Las funciones ejecutivas del cerebro que investigo desde hace tiempo, lo hacen posible.

Tal vez les haya extrañado mi rehabilitación de la memoria. En efecto, la memoria tiene mala prensa, porque parece la facultad de lo viejo, de lo pasado, de la repetición, de la rutina, obsoleta en un momento en que todos glorificamos la innovación. Si alguno de ustedes pertenece a la generación del 68, todavía resonará en sus oídos la consigna: “¡La imaginación al poder!” Siento desilusionarles. Como dijo Ortega, “para tener mucha imaginación hay que tener muy buena memoria”. Los antiguos griegos, que eran muy listos, lo expresaron en su mitología. Las Musas eran las divinidades protectoras de las artes, es decir de la creatividad, y según los antiguos mitos eran hijas de Mnemosyne: la memoria.

Para comprender bien la importancia de la memoria, debemos librarnos de las malas metáforas con que la pensamos. Consideramos que es un gran almacén. San Agustin lo llamaba aula ingens memoriae, la memoria es como una sala gigantesca. Los psicólogos llegan a hablar incluso de un “almacén a corto plazo” y de un “almacén a largo plazo”. La metáfora del “archivo” también es peligrosa. Una memoria bien organizada sería como un ordenado archivo donde conservamos la información. En esta pobre interpretación, la memoria tendría dos únicas funciones: guardar y repetir la información. Necesarias ambas pero poco interesantes. No me extraña que se repita la frase: “La memoria es la inteligencia de los tontos”. Una frase que es el colmo de la tontería, porque la memoria es la inteligencia de los tontos y de los listos, de todos.

Les aconsejo que cambien la forma de pensar en la memoria. Si les gusta el tenis, habrán disfrutado con el juego de Nadal y si les gusta el baloncesto, con el de los hermanos Gassol. ¡Qué habilidad, que riqueza de golpes o de movimientos! Ese talento en acción depende de su memoria muscular. El entrenamiento es un modo de gestionarla. Después de repetir cientos de veces un movimiento, el cerebro aprende a dirigir bien el movimiento. Ha adquirido un hábito que va a usar automáticamente, con gran perfección. No tiene el recuerdo concreto de cada uno de los golpes que ha dado durante las largas sesiones de entrenamiento, pero su memoria los ha sintetizado en un hábito eficacísimo.

Esta es la primera sorpresa de la memoria: no solo aprende información, sino procedimientos, operaciones físicas o mentales. Aprende a encestar, y también a resolver problemas de álgebra. Inventar cosas nuevas también es una operación y, por eso, también puede aprenderse. Podemos, pues, hablar de una “memoria rutinaria” y de una “memoria creadora”. Vamos a introducir esta dentro de la definición de talento. La creatividad es la capacidad para resolver problemas nuevos, o para solucionar problemas antiguos de una manera nueva. Y, por si acaso lo dudaban todavía, eso depende de la memoria.

El niño nace con algunas operaciones físicas y mentales genéticamente programadas en su cerebro (andar, ver, relacionar, reconocer, etc.). Se desarrollarán gracias la maduración de su sistema nervioso y al ejercicio correspondiente. Somos biología y educación, y el punto en que se unen ambas es la memoria. Así las cosas, la gestión de la propia memoria es la esencia de la educación del talento.

Esa gestión tiene tres grandes objetivos:

  • Construir la propia memoria : learning memory
  • Usar la propia memoria: working memory
  • Gestionar la propia memoria informática: electronic memory.

En los próximos post hablaré de eso.


Bibliografía:

FUSTER, J.M.- Memory in the Cerebral Cortex, The MIT Press, Cambridge, MASS, 1995.

MARINA, J.A.- “La memoria creadora”, en Ruiz Vargas, J,M, (ed,) Las claves de la memoria, Trotta. Madrid, 1997

MARINA, J.A.- La inteligencia ejecutiva, Ariel. Barcelona, 2012.