La inteligencia capta información, la elabora mediante el pensamiento, y la aprovecha para la acción. El talento debe, pues, manifestarse en el eficaz uso de esas tres capacidades. Debe captar mejor –o al menos de forma diferente- la información, elaborarla de forma óptima, y actuar con la mayor eficacia. Comenzaré por la actividad que parece más sencilla: captar la información. En realidad, esa simplicidad es engañosa. A veces hablamos como si la información estuviera fuera de nosotros, y sólo tuviéramos que estar atentos y recibirla. Podríamos llamarlo el espejismo internet. Puesto que toda la información está en la red, basta conectarme para convertirme en sabio. Por desgracia, el primer principio del cibermundo al que nos dirigimos debe ser: Un burro conectado a Internet sigue siendo un burro.
Toda información percibida o comprendida es construida en nuestra mente, que interpreta lo recibido según los esquemas mentales de que dispone. ¿Por qué creen que surgen tantos malentendidos en las relaciones humanas? Porque lo que decimos es tan sólo un conjunto de pistas para que el oyente reconstruya nuestra intención y este – con frecuencia sin darse cuenta-, lo hará a su manera. Una persona susceptible interpretará todo lo que digamos como una ofensa.
Todos los animales vivimos en la misma realidad, pero cada especie capta una información diferente. Las abejas y las serpientes responden a frecuencias lumínicas que a nosotros nos pasan desapercibidas. Los murciélagos “ven” el mundo a través de resonancias acústica. Los peces responden a frecuencias sonoras imperceptibles para nosotros. Metafóricamente, podríamos decir que dentro de la especie humana nos sucede algo parecido. Percibimos la misma realidad, pero de diferente manera.
Pues bien, una de las características del talento es que capacita para ver cosas que otros no ven, aunque las tengan delante. Esa capacidad depende de recursos mentales que permiten distinguir lo relevante de lo irrelevante; reconocer patrones en información desordenada; descubrir nuevas posibilidades y elaborar proyectos desde el que detectar nuevos aspectos de la realidad. Recuerden las palabras en negrita, porque van a ser muy importantes en este Handbook: relevancia, patrones, posibilidades (oportunidades), proyectos.
Hoy me referiré a la distinción entre lo relevante y lo irrelevante. En la película Margin Call, inspirada en la caída de Lehman Brothers, hay un momento en que el informático que está revisando la contabilidad, llama la atención a su superior, Sam Rogers, sobre la crítica situación del banco señalándole las pantallas de los ordenadores que tienen delante. El alto ejecutivo le pregunta: ¿Dónde tengo que mirar? Es una experiencia que todos experimentamos continuamente. La cantidad de información que recibimos es mucho mayor que la que podemos procesar conscientemente. El cerebro hace lo que puede por simplificar esa avalancha. Por ejemplo, ordena en categorías, prescinde de detalles, organiza la información destacando una figura sobre un fondo, etc.
El diagnóstsico diferencial que se enseña a los médicos va en esta misma dirección. Comencé a interesarme en el tema al estudiar la obra de un famoso neurólogo –E.N.Sokolov- sobre el arousal, la reacción de alerta. Planteaba un problema muy interesante. Imaginen que un ciervo está bebiendo en un arroyo en medio de un bosque. A su oído llegan cientos de sonidos. De repente, hay uno que le alarma y le hace dejar de beber, enderezar la cabeza y girarse hacia él. Sokolov se preguntaba ¿cómo detecta el ciervo en la algarabía de la selva que aquel sonido es relevante? Concluyó que el cerebro del ciervo tenía un modelo del mundo con el que comparaba toda la información que recibía. ¿Hacemos nosotros algo parecido para reconocer lo relevante? La contestación tendrá que esperar hasta el próximo post.
Bibliografía:
Sperber, D. Y Wilson, D. La relevancia, Visor, 1994.
Marina, José Antonio. Teoria de la Inteligencia Creadora, 1993.