La farmacéutica Novartis me invitó a hablar a un grupo de 120 expertos en transplantes . Poco les podía decir sobre una especialidad tan compleja y difícil. Por ello, preferí hablar del talento médico. Así, la charla me servía también como ejemplo para este blog. El talento es la inteligencia en acción. También en medicina. Les conté una anécdota de cuya veracidad no puedo dar fe. Hubo un tiempo en que en los círculos médicos madrileños se discutía si el mejor médico de la ciudad era Carlos Jiménez Diaz o Gregorio Marañón. Durante una de esas discusiones apareció un anciano que, con gesto pícaro, dijo: “Soy el único que puede responder a la pregunta”. “¿Por qué?” ”Porque yo hacía las autopsias de sus enfermos en el hospital”. “Bueno, ¿y quién era el mejor médico?”
La respuesta me pareció fantástica, y la he utilizado mucho hablando de educación. “Jiménez Díaz sabía mucha más medicina que Marañón, pero Marañón curaba más que Jiménez Díaz”. No sé si es verdad, sólo menciono la anécdota para subrayar la diferencia entre “saber” y “hacer”. El talento corresponde a lo segundo. Al preparar mi intervención me encontré con que hay muy pocos estudios sobre el “talento clínico”, cosa que me llamó la atención dada la importancia que tiene en nuestras vidas.(1)
¿Qué nos dice la Teoría de los Dos Niveles de Inteligencia sobre este tema? Comencemos por una función principal de la tarea médica: el diagnóstico. Un médico puede recibir mucha información del enfermo, pero tiene que saber reconocer en ella algún patrón, lo que denominamos una enfermedad. De eso se encarga la inteligencia generadora. El talento diagnóstico se manifiesta en el ojo clínico, una forma vulgar de referirse a la intuición. La intuición es un modo rápido de aplicar los recursos de la inteligencia al análisis de un objeto. Ahora se piensa que eso lo consigue mediante un “procesamiento en paralelo”.
¿Cómo se consigue esa habilidad? La intuición es un modo de utilizar la memoria, por eso puede aprenderse. Da igual que sea para la medicina o para los negocios. La gestión de la propia memoria es una de las principales funciones ejecutivas. ¿Cómo ha de organizarse y como ha de usarse? Se ha estudiado profusamente la “memoria del experto”. La adquisición de la pericia en un dominio está estrechamente relacionado con la educación del talento. Las características del experto son:
- Genera las mejores soluciones y lo hace con más rapidez y precisión que los no expertos.
- Detecta aspectos que resultan imperceptibles para los novicios. También puede percibir la “estructura profunda” de un problema o solución. Esto a veces le hace prescindir de detalles superficiales. En uno de los pocos estudios sobre la “memoria” de los médicos, los alumnos recordaban más aspectos de la enocarditis que los clínicos expertos. (2)
- Dedica mucho esfuerzo a analizar cualitativamente un problema, utilizando mucha información.
- Monitoriza y evalúa más cuidadosamente su comportamiento para detectar errores.
- Utiliza en cada momento las mejores estrategias.
- Los expertos son oportunistas. Aprovechan toda la información y todos los recursos a su alcance.
- Puede manejar mucha información, y realizar muchas operaciones sin demasiado esfuerzo, gracias a su capacidad de automatizar conocimientos y habilidades. Y también de controlar las operaciones que conviene controlar (3)
A esto habría que añadir lo que señalaba Sternberg: el talento es una developing expertise. Tiene que ser capaz de renovarse a sí mismo.
Esas característica –que se le podría atribuir también al talento- derivan de los dos niveles de la inteligencia. La monitorización, la evaluación y el control, dependen de la inteligencia ejecutiva. El ojo clínico –inteligencia generadora– reconoce signos (síntomas) en el enfermo, y avanza hipótesis, pero sus propuestas tienen que ser revisadas críticamente por la inteligencia ejecutiva. Esta arquitectura es muy parecida a la de un equipo de trabajo. Todos sus participantes han de generar ideas, pero el equipo necesita tener un sistema de evaluación –una persona o un programa- que tome decisiones.
En los últimos años se ha investigado mucho sobre la expertise. Alguno autores consideran que algunos expertos alcanzan una “maestría” superior, que los convierten a los ojos de sus colegas en “el experto” por antonomasia. La próxima semana continuaré hablando sobre este tema y acerca de la “ley de las 10.000 horas” necesarias para alcanzar la maestría. ¿Es válida también con respecto al talento?
(1).- Norman, G., Eva, K., Brooks, L. & Hamstra, S.- “Expertise in Medicine and Surgery”, en Ericsson, K.A., et alt, (eds) The Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance, Cambridge University Press, Nueva York, 2006.
(2).- Schmidt, H.G. & Boshuizen, P.A.- “On acquiring expertise in medicine”, Educational Psychology Review, 5, 205-220
(3).- Chi, M.T.H. “Two approaches to the Study of Experts’ Characteristics” en la obra citada en la nota 1.