Winston Churchill (1874 –1965) lo tenía muy claro: «el éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar». Ha llovido mucho desde entonces y, sin embargo, su consejo sigue estando de plena actualidad. Como muestran las investigaciones realizadas en este terreno, miedo es hoy la emoción más presente en occidente y, desafortunadamente, uno de nuestros mayores enemigos.
Por supuesto, no estoy animando a nadie a perderlo. Por el contrario, estoy animando a todos aquellos que lean estas líneas a ponerle conciencia y, sobre todo, a aprender a gestionarlo con eficiencia. Para el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre, “todos los seres humanos tienen miedo. Todos. El que no tiene miedo no es normal”, y no seré yo quien le lleve la contraria, al menos en esta ocasión.
El miedo tiene un poderoso lado positivo. Es un indicador de que algo no va bien. Es una señal emocional de advertencia de que se aproxima un peligro físico o psicológico. Se trata de una emoción que puede protegernos y evitar que suframos daños. El miedo es un claro mecanismo de supervivencia. De hecho, para Charles Darwin las emociones se desarrollaron por su valor para la adaptación, y si ellas no podríamos sobrevivir. No puedo estar más de acuerdo con él. El problema no es el miedo, el problema es no saber gestionarlo.
Llegados hasta aquí, muchos estarán preguntándose qué tiene que ver todo esto con el e-liderazgo y, por supuesto, con el talento… La respuesta llega para todos ellos con nuevas preguntas: ¿Os imagináis un líder asolado por su miedo? ¿Pensáis que un líder así se atrevería a sacar el talento de los demás? ¿Y el suyo propio?… Demos un paso más allá, ¿Pensáis que se atrevería a innovar, con o sin la tecnología? La respuesta es contundente: no, no lo haría.
La innovación consume recursos, tiempo y tiene un enorme coste de oportunidad. Además, en su propia definición tiene implícito el cambio: innovar es hacer las cosas de forma distinta, aportando más valor, y todos sabemos que el miedo al cambio es algo esencial a la naturaleza de todo ser humano. Lo traemos “de fábrica”.
Por si fuera poco, el camino de la innovación exitosa está casi siempre acompañado de fracasos previos, en un entorno en el que aún no se sabe reconocer el valor de fracasar y donde no siempre llegan las segundas oportunidades…
Sin embargo, en mi opinión, es precisamente un tercer miedo el que más nos frena en la actualidad, y al que tenemos que poner una especial conciencia: el miedo al ridículo. ¿Le sientes? ¿Le tienes cerca? Un alto miedo a hacer el ridículo lleva asociados profundos pensamientos de no dar la talla. Estas personas se preocupan por el qué dirán, auto-limitándose y dedicando su preciada energía a buscar excusas y justificaciones para sus actos. Por supuesto, también para su falta de acción. ¿Tienes miedo a ese miedo?
El camino de la innovación es rentable. De acuerdo a un reciente estudio publicado por PITEC (Panel de Innovación Tecnológica) para una empresa media y representativa de nuestro país incrementar en un punto su gasto en innovación permite que sus ventas anuales crezcan un 3,7% más. Este efecto se incrementa en función de la intensidad tecnológica de la compañía. Por ejemplo, en sectores de alta tecnología el impacto es casi el doble (7,9%). ¿Por qué no innovamos entonces? ¿Por qué no están nuestras empresas aprovechando todo su talento innovador? ¿Qué nos está pasando?
Nos hacen falta e-lideres, personas capaces de innovar con la tecnología y de inspirar a los demás para que sigan sus pasos. Nos hacen falta personas capaces de innovar con éxito, pero además de enfrentarse a sus miedos y de derribar los de los demás… ¿Nos quieres acompañar?
El antídoto para salir reforzados de estos tiempos que nos ha tocado vivir está aquí. El futuro es de aquellos que se atrevan a sacar todo el talento, propio y de los demás, sin miedo. Para los que se animen a seguir su camino, tan solo esta recomendación: lo que nos diferencia nos hace rentables. Atrévete a sacarlo, úsalo para innovar, y el éxito será tan solo cuestión de tiempo.