El Talento como término tiene un creador, el gran Arquímedes de Siracusa (287 – 212 a.C.). Según un relato de Vitrubio, a Arquímedes le encargó su rey, Hierón II, si podía determinar si una corona triunfal que había mandado fabricar era realmente de oro o si el orfebre no había actuado con integridad y le había agregado alguna cantidad de plata. Evidentemente, Arquímedes no podía fundir la corona para determinar su masa y su volumen (y así obtener su densidad). Cuando estaba tomándose un baño en los baños públicos de la ciudad, se dio cuenta de que el nivel del agua de la bañera subía cuando él entraba, y tuvo un hallazgo espectacular: como el agua no se puede comprimir, la corona, al ser sumergida, desplazaría una cantidad de líquido equivalente a su propio volumen. Dice la leyenda que el genio salió desnudo por la calles siracusianas gritando “¡Eureka!” (¡Lo he encontrado!). El paso del principio científico a la aplicación de ingeniería lo produjo a través del “tálanton”, un ánfora que permitiera introducir agua, la corona y constatar el líquido desalojado de la misma. Y ese fue el nombre que se le dio al platillo de la balanza (y a la unidad de medida monetaria; el talento ático equivalía a un pie cúbico, el peso aproximado del agua para llenar un ánfora).
De Arquímedes también es la famosa cita: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, que se encuentra en la ‘Colección matemática’ de Alejandría. Se refería el pensador griego a la palanca, que el ser humano ha utilizado desde la prehistoria. La palanca es una máquina simple cuyo propósito es transmitir fuerza. Está compuesta por una barra rígida que se puede mover libremente alrededor de un punto de apoyo llamado fulcro (del latín ‘fulcire’, apoyar).
Sobre la palanca actúan tres fuerzas: la potencia (P), la resistencia (R) y la fuerza de apoyo, ejercida por el fulcro. Hay un brazo de potencia (distancia entre el punto de aplicación de la fuerza de la potencia y el punto de apoyo) y un brazo de resistencia (distancia entre la fuerza de resistencia y el punto de apoyo). La ley de la palanca nos dice que, en equilibrio, la Potencia por el Brazo de potencia es igual a la Resistencia por el Brazo de resistencia. Por eso una masa se equilibra con otra 10 veces menor si la colocamos a una distancia del fulcro 10 veces mayor.
¿Qué tiene que ver la palanca con el talento? Timothy Gallway (creador del concepto de “juego interior”, con quien tuve el honor de estar en Bogotá hace pocos meses) nos ha enseñado que el rendimiento es precisamente la diferencia entre la potencia (el potencial) y la interferencia (que sería el ruido, la resistencia). “Siempre hay un juego interior que está en tu mente, sea cual sea la actividad que estás practicando. Tu consciencia sobre ese juego determina el éxito o fracaso de tu juego exterior”.
¿Y los “brazos” de potencia y de resistencia? Porque sabemos que si una persona trata de alcanzar exclusivamente por sí misma los objetivos que se ha marcado lo logra en menos del 10% de los casos y si cuenta con un/a coach que le acompaña en el proceso, lo consigue en más del 85%. La diferencia está precisamente en el “brazo de potencia” que le aporta el coaching. El coaching por tanto es, una herramienta de desarrollo para la propia persona que quiere ser acompañada en un proceso de cambio, voluntad de crecimiento, que reconoce la necesidad de apoyo, humildad, que se siente implicado con la propia organización encontrando sentido por si mismo a los desafíos que tiene, compromiso.
Porque tod@s y cada un@ de nosotr@s ya encontrará su “brazo de resistencia” (personas tóxicas que le dirán que es imposible lo que nos proponemos, falta de autoconfianza).
Hay palancas de primera clase, en las que el fulcro está entre la potencia y la resistencia, como las tijeras, el balancín, las tenazas y los alicates. Las hay de segunda clase, en las que la resistencia está entre la potencia y el fulcro (la potencia es siempre menor que la resistencia), como la carretilla, los remos o el cascanueces. Y de tercera clase, en las que la potencia se encuentra entre la resistencia y el fulcro, como el quitagrapas, la caña de pescar o la pinza de cejas. En el cuerpo humano, el codo y la mandíbula, por ejemplo.
Me gusta pensar en el Human Age Institute como en una gran palanca del talento, en la que aprovechamos nuestra potencia (nuestra voluntad, nuestra curiosidad, nuestras fortalezas) para “catapultar” nuestro talento. Un punto de apoyo para que las personas y organizaciones humanistas (“Human Age Companies”) muevan el mundo para mejor.
Parece ser que las últimas palabras de Arquímedes, antes de ser asesinado por un soldado romano durante el sitio de Siracusa, fueron: “No molestes mis círculos”. En el Human Age Institute, en la Holísitica del Talento, los círculos de cada un@ de las mentoras y mentores no solo no están para ser molestados, sino para ser aprovechados. Para ser “apalancados”.