Es evidente que las empresas se plantean invertir en la atracción de nuevos profesionales y en desarrollar y fidelizar a los que ya forman parte de su plantilla en momentos de bonanza económica, mientras que en épocas de crisis, lo más frecuente es que se dediquen a contener gastos. Sin embargo, es en las etapas de desaceleración económica cuando el talento se convierte en una prioridad estratégica todavía mayor y en una necesidad apremiante cuando, por el contexto económico, conviene optimizar los recursos.